lunes, 4 de abril de 2016

LA ESPADA DEL GUERRERO

El Laboratorio de Teatro Libertad presenta
LA ESPADA DEL GUERRERO

Unipersonal de Jorge Prado Zavala
basado en "La tragedia de Hamlet" 
de Sir William Shakespeare (1564-1616)
en el 400 aniversario de su muerte

Función especial de unespectáculo único en Latinoamérica,
con un solo actor representando toda
La Historia del Príncipe de Dinamarca, en el

FORO SHAKESPEARESábado 23 de abril de 2016, 16 hrs.
Zamora 7, casi esq/c Veracruz, Metro Chapultepec.
Colonia Condesa. CP 04160. México, DF.

Informes y reservaciones:
laboratoriodeteatrolibertad@gmail.com


Laboratorio Libertad / Academia de Teatro Ciudad de México jpradoz@yahoo.com.mx

viernes, 1 de abril de 2016

EL SEGUNDO SENDERO DEL TEATRO


Vale la pena recordar que el teatro es un rito de comunión, la más humanista de las artes porque el artista se utiliza a sí mismo como instrumento y obra, en vivo frente al espectador. Es un arte efímero, volátil, mortal como el mismo ser humano, que se agota al caducar el tiempo de la función, sin poder ser recuperado jamás en su naturaleza de acto vivo, ni siquiera por la lente de una cámara. Cada representación hermana a actores y espectadores que nunca se volverán a reunir de la misma manera. Todo esto es mágico.
La actuación teatral me permite ser propiciador de la magia del arte. Los seres humanos nunca podremos ser dioses, pero podemos comportarnos éticamente como los modelos divinos (a fin de cuentas, humanos súper-idealizados). También podemos conducirnos estéticamente: construyéndonos como humanidad en una obra de arte bella, buena y verdadera. Las artes en general, y particularmente el teatro, sueñan con esto: hacer un mundo donde quepan todos los mundos. Tal es el poder de la imaginación creativa.
 Los que nacemos actores de teatro tenemos dos opciones en la vida: La primera es consumirnos en nuestra propia egolatría y ahogarnos en ella solos, lejos de nuestra propia humanidad, o bien, la segunda, reconocer nuestro propio ser en el Otro, abrirnos y entregarnos a él con todos sus misteriosos riesgos y sus siempre sorprendentes consecuencias. La primera opción lleva a la ignorancia de quién y qué pasa en el mundo, a la autocomplacencia y al desprecio de la compleja belleza, llena de vicios, debilidades e imperfecciones, de la Creación. La segunda opción lleva a un camino sin final, con fuertes lecciones a cada paso, unas más dolorosas que otras, a dolerse con conocidos y desconocidos, a la disconformidad perpetua y a la valoración de los más pequeños detalles de un grano de arena y de la más pequeña y efímera alegría. Habemos actores de teatro en los dos senderos. Los que siguen el primer camino pueden llegar a ser brillantes en una época dorada de sus vidas, se incineran con pasión y se acaban pronto vueltos cenizas, no aceptan papeles “secundarios”, se crecen con facilidad ante cualquier elogio pero carecen de oficio y disciplina, su fama es masiva pero carece de sustancia. Quienes siguen el otro sendero sonríen incluso ante el rol más pequeño, lo abrazan con amor y lo pulen hasta descubrir felizmente el diamante escondido, su llama es suave, cálida y duradera, como si en lo hondo de su flama los alimentara un aceite más refinado y exquisito, y su perfume alienta a propios y extraños, su fama es limitada pero entrañable.
Yo me inicié en el primer camino con mucha ingenuidad. A causa de ello todavía soy vanidoso, y no me perdonan por eso. “Candil de la calle y oscuridad de tu casa”. Me reconozco permanentemente inmaduro, como los axólotls. Soy reservado para muchas cosas, es decir casi todo lo íntimo, personal, y por eso padezco soledad y melancolía de manera recurrente. Cuando estoy en un escenario me siento vivo y feliz, en contraste con muchos momentos familiares que merecerían esa misma felicidad y energía vital. El público que no me conoce me aplaude mucho, me encomia, quiere y pide más y más de mí, y yo me entrego fácil, voy aquí y allá y abandono a mis hijos y a mi esposa por el “arte”. Así, poco a poco, mis amigos verdaderos me dejan de buscar, de invitar, porque saben que no me comprometo con asuntos complicados y verdaderos.
 Sin embargo, también con los años he debido andar el segundo camino. No es fácil porque se debe ser humilde. La verdad es que la vida real nos obliga a todos a ser humildes en algún momento, y entonces el actor de teatro se da cuenta de que existe el mundo real y que la ficción en nada se le compara. Si el actor abre bien los ojos, aunque sea por resignación, notará que le ha faltado TODO por aprender, y que solamente en esa vida real podría alimentar cualquier aspiración creativa. En otras palabras, tengo hoy la convicción de que para crear una obra de arte auténtica se tiene primero que vivir a profundidad. Y entonces –y sólo por esta convicción- me he decidido a entregarme a investigar lo que sea que signifique el amor verdadero, el dolor verdadero, la alegría verdadera, y no conformarme con euforias, orgasmos o sollozos pasajeros y superficiales. He viajado y me he viajado hasta asumir mi humanidad más frágil y mortal, y luego entonces no he podido evitar sentirme con el Otro, en el Otro. Y creo que eso me ha hecho un mejor actor.
Decía que me inicié en el Teatro atravesando el sendero número uno. No conozco a artistas que se hayan iniciado de otra manera. Me encandilaron las luces, me cobijaron los telones, me apoyaron las tablas. Sentía que toda la escenografía estaba al servicio de mi exclusivo lucimiento personal. Incluso el trabajo de equipo era parte de ese aparato dispuesto para mí.
Pero no se puede ser indiferente a la camaradería, a la amistad, a la solidaridad, al generoso gesto de atención y de cooperación de los otros: los compañeros actores, el público. Los regaños de un buen director son esenciales en este aprendizaje. Ir a la escuela es indispensable. Leer es indispensable. Escuchar la crítica es indispensable. Al menos se aprende que no se puede hacer teatro sin los otros.
 Se aprende también con el hambre. El hambre verdadera. El hambre de pan. Se aprende también con el duelo auténtico de un ser querido perdido para siempre. Se aprende también ante el menosprecio de otros, sobre todo cuando uno recuerda que antes también despreció. La humillación nos hace humildes. La soledad nos lleva a ser sociables. El hambre nos educa en ser compartidos… y AGRADECIDOS.
Ser un mejor actor cada día también depende de serlo no sólo en el escenario, y esto nada tiene que ver con andar todo el tiempo por la calle con la máscara de la hipocresía. Ser actor en el mundo significa actuar -en el sentido más evidente de HACER ALGO- por y para los demás a cada momento. “El mundo entero es un escenario” (William Shakespeare). Cada segundo de vida real entregado al servicio público es un nuevo matiz ganado para la vida ficcional de mis personajes teatrales. El teatro de mi vida real es más importante que el teatro del espectáculo.
Hoy no soy “famoso”, pero mis amigos cercanos y mis familiares me quieren y me respetan, y juro sobre lo más sagrado que con eso se puede ser feliz. El segundo sendero del teatro me llevó a descubrir esta pequeña verdad, en otras palabras: el Teatro me ha hecho feliz.


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Laboratorio Libertad / Academia de Teatro Ciudad de México jpradoz@yahoo.com.mx